Aníbal Troilo, Francisco Canaro, José Razzano, Enrique Santos Discépolo y Osvaldo Fresedo, 1944.

Julián Centeya / Yo soy porteño



Le puso nombre a un oficio que inventó con la complicidad de Buenos Aires: Julián Centeya fue un trabajador de la emoción. Además, hombre de dos paisajes: de un lado, los latidos del sur de la ciudad, de la quema y de todo el tango. Del otro, la respiración de aquella Corrientes angosta mítica y luminosa, que fue desalojada por esta otra Corrientes de hoy, más ancha y pizzera. Italiano, pero sólo por el rigor de la cédula, que marcaba su nombre real: Amleto Vergiatti, nacido en Borgotaro, Parma. Decía él que fue la última ciudad que se rindió ante el fascismo. Tuvo paisanos de lujo (Giuseppe Verdi, Arturo Toscanini) y tuvo un padre periodista que lo marcó.

Llegó a la Argentina a los 12 años, en 1922 y amasó su obra al mejor estilo de los antiguos bardos: irreverente, inconformista, dispersa, mejorada por el buen uso del lunfardo. Intentar definirlo tropieza con un inicial problema. No fue poeta puro, aun cuando La musa mistonga (1964) o Piel de palabra (1973) lo muestren en ponderables dimensiones. No fue un narrador convencional, pese a que El vaciadero (1971) lo descubre como escritor denso y prolijo. Tampoco se alista como autor de canciones, aunque las hizo y muy bien: La vÍ llegar y Claudinette son tangos suyos de original factura y de una rotunda originalidad.

La mejor descripción que le cabe es la de periodista con todas las letras, que fatigosamente elaboró, jornada a jornada, en el ámbito de las redacciones, un estilo y una respiración. Hizo de todo y hasta la pasó bien. Si vivió mal, durante muchos años, fue para su sufrimiento pero en beneficio de la poesía. Y cuando empezó a vivir bien, porque largamente lo merecía, se le acabó el carretel y un viejo bondi, en su fantasía, lo depositó en Corrientes y Jorge Newbery. Fue el 26 de julio de 1974, aniversarios de las muertes de Roberto Arlt (1942) y de Eva Perón (1952).

Jorge Göttling

Julián Centeya

Me llamo Julián Centeya
por mádato soy cantor.
Nací en la vieja Pompeya,
tuve un amor con Mirella.
Me llamo Julián Centeya,
su seguro servidor.

Me llamo Julián Centeya,
sí supe ser, más llorar.
En un recuerdo va ella,
compadre no llega mella.
Me llamo Julián Centeya,
no le quiero recordar...

Noche de un tiempo
que ya no vuelve...
Viejos recuerdos
que fui cantando...
Amores hondos
que se me fueron...
Toda tu gloria
la estoy llorando...

En la cortada de arena
con tango de Juan de Dios,
esa vida hechar mi buena,
cuanta en la noche serena.
En la cortada de arena
bailé ganando un amor.

Me llamo Julián Centeya
no se le vaya a olvidar.
Si quiere buscar mi huella,
la encontrará por Pompeya.
Me llamo Julián Centeya
pa' lo que guste mandar...

Noche de un tiempo
que ya no vuelve...
Viejos recuerdos
que voy cantando...
Amores hondos
que se me fueron...
Toda tu gloria
la estoy llorando.